Frases como “hay que saber desconectar del trabajo” o “no dejes que el trabajo te afecte” no son más que reflejos de una división ficticia entre dos mundos que, al parecer entendemos, deben estar separados.
Hace poco he empezado a ver la serie Severance (Separación). La serie es un 5 minutes in the future que introduce una tecnología particularmente interesante. Se trata de un implante craneal que divide la consciencia del individuo en dos personas que se alternan: la que trabaja y la que vive. Los personajes llegan al trabajo y, al cruzar el umbral, dejan de recordar absolutamente todo sobre su vida fuera de la oficina, aunque manteniendo sus habilidades. Al salir de la oficina, la versión no laboral no recuerda nada de su horario laboral, hasta el extremo de que ni siquiera sabe con quién trabaja.
A priori puede parecer una idea no terrorífica por aquello de que no tienes que sufrir tu jornada laboral, pero, en contrapartida, una de tus versiones vive siempre en esa jornada laboral constante.
Más allá del drama planteado, hay una idea subyacente continua, y es que trabajo y vida son dos cosas diferentes. Pero, ¿qué diferencia realmente a esas dos partes? ¿Qué hace que ambas existan?
Si uno piensa en ello con detenimiento, verá que en ambas tenemos obligaciones, en ambas tenemos relaciones con otros, en ambas aflora nuestra personalidad, en ambas tenemos momentos de disfrute, en ambas hay días que no podemos más, en ambas hay días que nos comemos el mundo…
Hay quien diría que no somos la misma persona, pero ¿es que somos la misma persona con nuestros padres que con nuestros hijos? ¿con nuestros amigos que con nuestros vecinos? Sí, somos la misma persona, pero con roles y, en consecuencia, comportamientos ligeramente diferentes. Y digo ligeramente porque, nos guste o no, nuestros rasgos cardinales son los mismos, así que las diferencias tampoco suelen ser enormes.
Lo cierto, cuando vas desgranando, es que la diferencia entre nuestro ámbito laboral y nuestro ámbito personal es que en el segundo cobramos por nuestro tiempo y nuestro esfuerzo. ¿Realmente una nómina tiene la capacidad de desglosar la realidad en dos partes? Yo diría que no.
Lo que sin duda es cierto es que no todas las actividades tienen la misma carga social. No es una diferencia cualitativa, pero sí lo es cuantitativa. Y como ejemplo que tengo más a mano, pongamos las relaciones comerciales.
Una parte (vendedora) tiene la imperiosa necesidad de intercambiar su producto o servicio por (habitualmente) dinero. La otra parte (compradora) tiene la necesidad (a veces no tan imperiosa) de adquirir un producto para, en el mundo B2B, poder desarrollar su actividad empresarial. Explicado así suena frío, aséptico, razonable, casi mecánico, ¿no? ¿Qué tiene de personal eso?
En el sector en el que trabajo (fabricación de etiquetas autoadhesivas) salimos cada día al mercado alrededor de 250 fabricantes. Algunos muy parecidos y otros considerablemente diferentes, pero con ese abanico de oferta, es de esperar que, ante cualquier comprador, múltiples opciones sean adecuadas en lo que respecta a capacidades técnicas y niveles de calidad. Es de esperar, de hecho, que hasta en las líneas de precio haya múltiples alternativas viables.
Pero es que las relaciones que se dan entre compradores y vendedores son también personales. Siempre manteniendo una ética profesional, evidentemente, la diferencia entre un proveedor u otro suele estar marcada por esa relación. Lo bien que fluye la comunicación, lo rápido que nos entendemos, lo parecidas que son nuestras idiosincrasias profesionales o lo compatible que es nuestro carácter suele ser, no solo un decisor en caso de empate, sino incluso un elemento más de la balanza que puede decantar el resultado en una u otra dirección.
Evidentemente no nos comportamos igual en casa un domingo por la tarde que en la oficina un lunes por la mañana, pero eso no significa que sean dos mundos aislados, solo significa que nos adaptamos a nuestros diferentes contextos y que moldeamos nuestro comportamiento para lograr nuestros objetivos, también laborales.
En definitiva, lo laboral también es personal, y es algo que conviene recordar con cierta frecuencia para ser el tipo de profesional que queremos ser.
PD: artículo libre de IA.
